sábado, 16 de mayo de 2009

Dejando de ser perros (o: Mentime al oído)

Estoy cansado de ver cifras, porcentajes y comentarios con respecto a índices, indicadores, tasas y otro montón de "argumentos" con los que nos bombardean cuando a alguien le resulta conveniente, estén o no manipulados, y que uno acepta sin analizar si representan realmente el concepto que indica su nombre y si esto es un valor que sirva para algo, más allá de su uso interesado o de su valor comparativo para evaluar aproximadamente la tendencia de una gestión.

Para tomar sólo un ejemplo, tomemos la tasa de mortalidad por accidentes de tránsito, que se expresa en cantidad de muertes cada 100.000 habitantes. Período 2002-2003 (estimados):

EE.UU. : 15,17. Población: 280.000.000 hab. Cantidad de muertos: 42.400.
Argentina: 25,78. Población: 38.000.000. Cantidad de muertos: 9800 (fuente: ISEV, pedigree)
¿Si fuera China con tasa EE.UU.?: 15,17 Población: 1.300.000.000. Cantidad de muertos: 197.200
Y un país imaginario: 30. Población: 100.000 hab. Cantidad de muertos: 30

¿Qué país está peor? ¿Se puede juzgar sólo por la tasa? Y algo parecido se repite en salud, educación, seguridad, corrupción, contaminación, etc.

Pero el objeto de este post es reflexionar un poco sobre el concepto de la riqueza de una nación, entendiendo por nación al conjunto de las personas que la habitan y a su espacio terrestre, aéreo y marítimo.

Desde el punto de vista humano, la riqueza está constituída por los valores físicos y morales, los cuales se pueden ir incrementando a lo largo de la vida en base a las oportunidades que se tengan de desarrollar nuestra cultura en el tiempo, en beneficio de nuestros semejantes. De allí la importancia de las políticas de salud y educación en todos los niveles, en las que el Estado debería tener un papel preponderante, a través de la asignación de metas, recursos y control necesarios.

Desde el punto de vista terrestre, la fertilidad de su suelo, sus reservas de recursos naturales (energéticos, minerales, boscosos, de agua dulce, turísticos), su superficie.

Desde el punto de vista marítimo, la extensión de su plataforma, sus reservas de recursos naturales (energéticos, pesqueros, turísticos)

Desde el punto de vista aéreo, la bondad y diversidad de su clima para distintas actividades.

Y sobre todos los puntos de vista la calidad ambiental, que también contribuye significativamente a la riqueza, ya que nada sería una real reserva de estar contaminada al punto de no ser explotable.

¿Y serían felices las personas paradas sobre esas riquezas sin explotarlas? Evidentemente, con los estándares actuales, cualquiera aspiraría a vivir con agua potable, energía, transporte, comunicaciones, vivienda, esparcimiento y cierto confort, sin irnos tan lejos como los dos aviones privados del energúmeno "demócrata" de Biolcatti.

Para abastecer esas necesidades y debido a la desigualdad en la distribución geográfica de esas riquezas nace el comercio, el avance científico y tecnológico y derivado del mismo la satisfacción de nuevas necesidades. Y así la necesaria explotación de los recursos, la cual debe ser sostenible.

El gran problema es que el modelo hegemónico después de la segunda guerra pone el consumismo y la utilidad por delante de la necesidad y para ello crea la necesidad donde no existe, la exacerba a través de los medios con el sustento de teorías psicológicas de dominación de masas. Sobre todo la necesidad de dinero.

Y así estamos viviendo hace décadas, en una espiral creciente que nos arrebata las facultades físicas y morales, los recursos naturales, la calidad ambiental y en definitiva la calidad de vida, con el grave peligro de sumergirnos en un abismo por escasez de todo tipo de recursos a muy corto plazo en los términos de vida de una civilización. Nos transforma en bestias que sólo quieren tener cada vez más de todo.

Así asistimos a la desertificación y esterilización de los suelos por el exceso de monocultivos genéticamente modificados que requieren peligrosísimos agrotóxicos, explotaciones no sostenibles de recursos naturales no renovables que se tratan igual que si fueran vacas, hablando de "saldos exportables" de los mismos, o destrucción de reservas naturales de agua dulce como los glaciares para favorecer la sobreexplotación de reservas mineras, o la tala indiscriminada de bosques que afectan el clima y la supervivencia de personas, fauna y flora, o la contaminación variada de industrias que el primer mundo nos obsequia porque somos baratos en la mano de obra y generosos con la "seguridad jurídica" que nos exigen. O el calentamiento global, que aún muchos niegan o ven muy lejano influídos por la propaganda de los principales contaminadores, que se rehúsan a firmar cualquier pacto internacional que recortaría el alto nivel de vida de sus pueblos, sin darse cuenta que de este problema no van a quedar afuera.

Como resultado de estas groseras reflexiones que seguro dejan afuera muchas otras cuestiones importantes, se me ocurre pensar para qué cazzo sirve el PBI , que mide el valor monetario total de la producción de bienes y servicios de un país durante un cierto tiempo. Depende de los precios y de la inflación. O sea que nuestro PBI era uno cuando la soja valía 600 dólares y otro a los cinco meses cuando bajó a 300, o lo mismo cuando el petróleo valía más de 100 dólares el barril que ahora que vale menos de la mitad. ¿Y todo por qué? Porque a alguien en el primer mundo se le ocurre hacer variar el precio por conveniencia política o económica de su país. Globalización que le dicen, pero estas cositas no nos las explican.

Con respecto a este engendro económico, en el enlace de arriba se encuentran algunas limitaciones al mismo y la opinión de Joseph Stiglitz, que rescato:

"No mide adecuadamente los cambios que afectan al bienestar, ni permite comparar correctamente el bienestar de diferentes países"[...] "no toma en cuenta la degradación del medio ambiente ni la desaparición de los recursos naturales a la hora de cuantificar el crecimiento."[...] "esto es particularmente verdadero en EE.UU., donde el PBI ha aumentado más, pero en realidad gran número de personas no tienen la impresión de vivir mejor porque sufren la caída de sus ingresos."

Además hay que pensar cuántas cosas se expresan como porcentaje del PBI, cuántos ítems del presupuesto nacional y cuántos ingresos por exportación de sectores "fundadores de la patria".

¿Saben qué? Hay que tirar esos índices, que serán mentirosos e inútiles en cualquier país, aunque no esté Guillermo Moreno, y ver los hechos, la realidad que vivimos todos los argentinos estas últimas décadas, comparar y llegar a una conclusión para que como ahora, cuando este sistema nos permita elegir, poder hacerlo con fundamento, cuidando las conquistas y desechando los cantos de sirena que ya hemos vivido y pretenden hacernos revivir. Aunque después haya que protestar para mejorar aún más.

No hacerlo es aceptar seguir siendo un interpretado por los medios, no dejar de ser perros.

Lectura recomendada:
David Barkin, "Riqueza, pobreza y desarrollo sostenible"
David Ricardo, "Valor y riqueza, sus propiedades distintivas"

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