martes, 17 de febrero de 2009

Neodemocracias (o: Algo habrán hecho)


Escribo este post con la intención de aportar, desde un punto de vista personal, no académico, con respecto a la diferenciación entre los conceptos de gobierno y pueblo y sus respectivas responsabilidades ante hechos que implican la violación de los derechos humanos y la matanza de civiles inocentes.

Mi razonamiento arranca después de haber leído aquí el prólogo del ensayo "Sobre la libertad", de John Stuart Mill, escrito por Antonio Rodríguez Huescar.

El libro trata no sobre la libertad como libre albedrío sino de la "libertad social o civil", la cual tiene distintos significados en función de las condiciones históricas.

Los siguientes son algunos conceptos extraídos, base de mis interrogantes:

Durante mucho tiempo se entendió por libertad "la protección contra la tiranía de los gobernantes políticos" y, en consecuencia, el remedio consistía en "asignar límites al poder". "Para conseguirlo había dos caminos: uno, obtener el reconocimiento de ciertas inmunidades"..., "y otro, de fecha más reciente, que consistía en el establecimiento de frenos constitucionales". La segunda fase se vincula a la instauración del principio democrático representativo. Pero "los hombres cesaron de considerar como una necesidad natural el que sus gobernantes fuesen un poder independiente y tuviesen un interés opuesto al suyo. Les pareció mucho mejor que los diversos magistrados del Estado fuesen sus lugartenientes o delegados revocables a voluntad".

Ahora no tiene sentido la limitación del poder. "Lo que era preciso en este nuevo momento del problema, era que los gobernantes estuviesen identificados con el pueblo, que su interés y su voluntad fuesen el interés y la voluntad de la nación".

Pero hecho realidad el Estado Democrático, se necesita "limitar el poder del gobierno sobre los individuos, aún cuando los gobernantes respondan de un modo regular ante la comunidad, o sea ante el partido más fuerte de la comunidad". Esto porque "...el pueblo que ejerce el poder no es siempre el pueblo sobre quien se ejerce...", "...la voluntad del pueblo significa, en el sentido práctico, la voluntad de la porción más numerosa y más activa del pueblo, la mayoría, o de los que han conseguido hacerse pasar por tal mayoría. Por consiguiente, puede tener el pueblo el deseo de oprimir a una parte del mismo". Lo que sería una "tiranía de la mayoría", "...no es ya propiamente el Estado -su entidad jurídica o su maquinaria administrativa- el enemigo principal (o, si lo es el Estado -se entiende, el democrático- lo es como intérprete de la opinión social, cuyos dictados obedece").

Con esto como base, se nos plantean los siguientes interrogantes:

Cuando un gobierno democrático decide llevar a cabo actos de agresión que violan los derechos humanos y causan la muerte de civiles inocentes, ¿qué responsabilidad le cabe al gobierno y cuál al pueblo ante tales actos? ¿Está el gobierno interpretando el interés y la voluntad de la nación? Si no fuese así, ¿existe en esos estados una dictadura de la mayoría o de los que se hacen pasar por tal? ¿Existen los límites constitucionales ante tal abuso de poder? ¿Se expresan libremente las minorías en desacuerdo? O no hay desacuerdo y confían plenamente en las razones esgrimidas para la acción, como una cuestión de fe?

Como verán, no es mi idea establecer ninguna verdad, sino abrir una línea de pensamiento que contribuya a analizar muchos hechos desgraciados de la actualidad internacional, no tan lejanos, y también muchas situaciones de otro tenor en nuestro país.

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