Como se puede ver en la imagen de mi perfil (aunque no refleje la intensidad), he sido un fanático del ajedrez desde mis tardíos 19 años, en que aprendí a mover las piezas. No me fue tan mal y llegué a primera categoría en la ciudad de mi juventud (¡qué lejana de mi realidad actual pero qué cerca en mis recuerdos!), Bahía Blanca.
Y en ese maravilloso juego-ciencia aprendí con el tiempo y la experiencia que, cuando uno es un jugador mediocre, tiende a juzgar las partidas ganadas como que hizo todo bien, jugando como Capablanca, y cuando pierde lo atribuye a la suerte del oponente, dando por descontada su inferioridad si no fuese porque cometimos un error puntual, excepcional. O sea que en ninguno de los casos vemos que podría ser, como suele ser, que el otro jugó mejor porque todavía nos falta aprender y no dominamos aún lo que es el ajedrez, su táctica y estrategia.
Y de esas dos situaciones, la de la derrota y la de la victoria, en la que menos predispuestos estamos a analizar es en ésta última. Ésta actitud de ser críticos en la victoria se aprende con la experiencia, siempre y cuando se tenga la virtud de la humildad, primera condición si uno quiere aprender. Pasa tanto en este juego como en la vida.
Esto no lo inventé yo, sino que lo enseña mucho mejor el ajedrecista argentino Roberto Grau en su monumental obra "Tratado General de Ajedrez", donde nos enseña táctica y estrategia ajedrecística ejemplificando además con situaciones de la vida real, en lo que yo llamaría "la universidad de los trebejos". Un verdadero sociólogo, aunque me puteen los académicos.
Y en esta coyuntura de la política, vemos muy claramente las dos actitudes: por un lado los ganadores sólo han vuelto a aparecer para disfrutar de las mieles de la victoria en esta partida, sin autocríticas, sin estrategia salvo la de "derrocar a Kirchner", al que suponen dejará de jugar al ajedrez. El único distinto, no por casualidad también amante de los trebejos, es el "amigo" Duhalde, que quiere diseñar la estrategia de fondo, seguramente habiendo analizado objetivamente la victoria. El problema con Tachuela es que no lo hace para aprender o enseñar a jugar mejor, sino sólo para ganar la próxima partida, aunque sea con malas artes.
La otra actitud, la de asimilar críticamente la derrota analizando los errores para ser mejor ajedrecista mejorando nuestra táctica y estrategia, es la que debemos asumir en esta coyuntura. Algo se comenzó a ver en Parque Lezama y eso nos da una ventaja que es la de la iniciativa en lo esencial, pero falta más gente que se reúna para hacer lo mismo.
La partida ya terminó, pero no el torneo, sea éste o el próximo. Pongámonos a la tarea de mejorar nuestro ajedrez, así como lo hacemos con la Ley de Radiodifusión. En esto nos va mucho más y el tiempo apremia.
Y en ese maravilloso juego-ciencia aprendí con el tiempo y la experiencia que, cuando uno es un jugador mediocre, tiende a juzgar las partidas ganadas como que hizo todo bien, jugando como Capablanca, y cuando pierde lo atribuye a la suerte del oponente, dando por descontada su inferioridad si no fuese porque cometimos un error puntual, excepcional. O sea que en ninguno de los casos vemos que podría ser, como suele ser, que el otro jugó mejor porque todavía nos falta aprender y no dominamos aún lo que es el ajedrez, su táctica y estrategia.
Y de esas dos situaciones, la de la derrota y la de la victoria, en la que menos predispuestos estamos a analizar es en ésta última. Ésta actitud de ser críticos en la victoria se aprende con la experiencia, siempre y cuando se tenga la virtud de la humildad, primera condición si uno quiere aprender. Pasa tanto en este juego como en la vida.
Esto no lo inventé yo, sino que lo enseña mucho mejor el ajedrecista argentino Roberto Grau en su monumental obra "Tratado General de Ajedrez", donde nos enseña táctica y estrategia ajedrecística ejemplificando además con situaciones de la vida real, en lo que yo llamaría "la universidad de los trebejos". Un verdadero sociólogo, aunque me puteen los académicos.
Y en esta coyuntura de la política, vemos muy claramente las dos actitudes: por un lado los ganadores sólo han vuelto a aparecer para disfrutar de las mieles de la victoria en esta partida, sin autocríticas, sin estrategia salvo la de "derrocar a Kirchner", al que suponen dejará de jugar al ajedrez. El único distinto, no por casualidad también amante de los trebejos, es el "amigo" Duhalde, que quiere diseñar la estrategia de fondo, seguramente habiendo analizado objetivamente la victoria. El problema con Tachuela es que no lo hace para aprender o enseñar a jugar mejor, sino sólo para ganar la próxima partida, aunque sea con malas artes.
La otra actitud, la de asimilar críticamente la derrota analizando los errores para ser mejor ajedrecista mejorando nuestra táctica y estrategia, es la que debemos asumir en esta coyuntura. Algo se comenzó a ver en Parque Lezama y eso nos da una ventaja que es la de la iniciativa en lo esencial, pero falta más gente que se reúna para hacer lo mismo.
La partida ya terminó, pero no el torneo, sea éste o el próximo. Pongámonos a la tarea de mejorar nuestro ajedrez, así como lo hacemos con la Ley de Radiodifusión. En esto nos va mucho más y el tiempo apremia.
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